Las obras cuando son inspiradas por Dios, permanecen en el tiempo. Es el caso de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, fundada por San Enrique para regenerar la sociedad en Cristo, el 23 de junio de 1876.
En sus 144 años de vida, la Compañía ha ido creciendo y extendiéndose por el mundo, llegando a conformar la gran FAMILIA TERESIANA, congregando a Hermanas y laicos de diversas culturas bajo un mismo carisma.
Con la sabiduría del hombre que se abandona en la Providencia infinita del Padre, San Enrique fue el mediador de un regalo que Dios quiso hacer a la sociedad de su época y a las siguientes generaciones. Hoy nos toca a nosotros/as cultivar el don recibido y recrearlo para ofrecerlo como una opción de vida, siempre vigente, a la sociedad actual.
Quienes, de algún modo formamos parte de esta Familia Teresiana, debemos responder a la tarea ineludible de colaborar en el proyecto de Dios para la humanidad; trabajando y esforzándonos, desde nuestra particular condición de vida, para formar sociedades solidarias, inclusivas, democráticas, e interculturales; relacionándonos desde nuestra dignidad de personas y responsabilizándonos en el cuidado de la vida. En otras palabras; comprometernos con la transformación de la sociedad. Misión para la cual fue fundada la Compañía de Santa Teresa de Jesús.
