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SAN ENRIQUE DE OSSÓ

Enrique de Ossó, sacerdote, fundador de la Congregación de Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, nació en Vinebre, diócesis de Tortosa, provincia de Tarragona, el 16 de octubre de 1840. Este santo sacerdote fue un verdadero contemplativo que con equilibrio extraordinario llevó a cabo un ideal apostólico abierto a todo lo bueno que ofrecían su tiempo. De fe viva, no miraba sacrificios ni oposiciones; en una época especialmente hostil a la Iglesia, anunció valerosamente el Evangelio con la palabra, con los escritos, con la vida.

Su talento como maestro y su amor por la catequesis lo llevaron a organizar en 1871 una escuela metódica de catecismo, y escribió una Guía práctica para los catequistas. Con este libro inicia Enrique su actividad como escritor, apostolado que le convirtió en uno de los sacerdotes más populares de la España de su tiempo. Desde niño tuvo devoción entusiasta por Santa Teresa de Ávila. La vida y doctrina de la Santa, asimilada con la lectura constante de sus obras, inspiró su vida espiritual y su apostolado, mantenidos por la fuerza de su amor ardiente a Jesús y María y por una adhesión inquebrantable a la Iglesia y al Papa.

Después de haber dado vida en los primeros años de sacerdocio a una "Congregación mariana" de jóvenes labradores del campo tortosino, fundó en 1873 la Asociación de "Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús". En 1876 inauguraba el "Rebañito del Niño Jesús". Los dos grupos tenían un fin común: promover una intensa vida espiritual, unida al apostolado en el propio ambiente. El Movimiento Teresiano de Apostolado (MTA) recoge en la actualidad el carisma teresiano de nuestro Santo para hacer de los niños, jóvenes y adultos cristianos comprometidos mediante la oración y el apostolado.

Su gran obra fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús que se extendió, viviendo aún el Fundador, por España, Portugal, México y Uruguay. En la actualidad la Congregación se extiende por tres continentes: Europa, África y América. San Enrique quiso que sus hijas, llenas del espíritu de Teresa de Ávila, se comprometiesen a "extender el reino de Cristo por todo el mundo", "formando a Cristo en la inteligencia de los niños y jóvenes por medio de la instrucción y en su corazón por medio de la educación".

Murió el 27 de enero de 1896 en Gilet (Valencia). Su fiesta se celebra el 27 de enero.

 

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